René Avilés Fabila

por Elda García

 

René Avilés Fabila  (Ciudad de México, 1940) es un escritor que a diferencia de muchos de sus colegas, nunca supo qué sería de su vida. Entonces sólo dejó que el tiempo transcurriera y pusiera las cosas en orden. “No me imaginé ni torero ni médico, mucho menos piloto aviador”.

En su casa de la infancia, lo que sobraban eran novelas y música. Su padre fue escritor, su abuelo paterno también; y René gustaba de leer libros que su madre le ponía al alcance. Por otra parte, por lo menos tres de sus tías estudiaban ópera y una mas piano. Así fue que a corta edad empezó a escribir pequeñas historias.

Poco antes de llegar al bachillerato, René Avilés había consolidado su amistad con dos escritores: José Agustín y Gerardo de la Torre. Fue en ese momento en el cual comenzó a mezclar la política con la literatura.

“Al tiempo que escribía cuentos me postulaba a la presidencia de la Sociedad de Alumnos de la Preparatoria número 7 en su turno matutino. Ingresé al Partido Obrero Campesino y poco más tarde en la juventud comunista. Una amplia gama de literatura soviética me estimulaba”.

Cerca de 20 años militó en el desaparecido Partido Comunista. En ese tiempo, viajó a la Unión Soviética para participar en seminarios y mesas redondas sobre política y cultura.

René Avilés tenía en mente ser abogado, estudiar economía o ingresar a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM. Eligió la última opción y se especializó en Política Internacional y Derecho Internacional Público. En aquel tiempo, también se dedicó a la escritura de cuentos y obras de teatro.

Conforme se iba acercando el término de la carrera, sintió que debía prepararse para el momento en que concluyera sus estudios. Como no conocía a nadie importante para que le ofreciera un buen empleo acudió a su papá.

“¿Qué sabes hacer? Preguntó René Avilés Rojas. Pues creo que nada, pero podría dar clases de Literatura, he leído mucho. Ajá, repuso él contundente, sabía que terminarías como maestrito. Su actitud me descontroló…Y me llevó con don Jaime Torres Bodet para solicitarle una plaza de maestro para mi”.

Al salir traía consigo su nombramiento como profesor de Literatura en secundaria que impartiría catorce horas semanales. Su primera asignación fue en una escuela ubicada en Milpa Alta.

“Después vino el momento de estudiar en el extranjero y me fui a Francia, a la Soborna. Tres años en París. Ya no pude soportar las aulas ni la pesadez de los académicos europeos…jamás terminé el doctorado. Me quedé con una licenciatura que apenas utilizo. He vivido de clases, periodismo y literatura”.

“Ahora suelo responder a los críticos literarios que mi vocación siempre estuvo muy clara, que deseaba ser escritor desde la cuna. Pero el querer escribir es algo tan común como soñar”

 

La generación Mester

“Nada me hubiera gustado más que ser quarterback en Estados Unidos, cowboy o guitarrista de rock. El fútbol americano lo jugué hasta que el alcohol se impuso entre nosotros, jamás he tenido una guitarra y no me gusta montar caballos; me encanta eso sí, acariciarlos, lo que significa que no tenía más remedio que ser escritor”.

Avilés fue becario del Centro Mexicano de Escritores, aunque nunca ha dejado de ser un hombre que escribe como respuesta a una “necesidad imperiosa”. Confiesa que cuando se sienta a escribir frente a la máquina no se da cuenta del paso de las horas. Y pesar de que ha escrito novelas, señala  que su idea original siempre ha sido crear cuentos.

También ha dicho en más de una ocasión, que hacer un libro de cuentos es más difícil que escribir una  novela. Y aún así, este último género resulta tener mayor importancia que el cuento o la poesía. “Los creadores de las novelas son los dueños del mundo literario, los monarcas de un reino que pone en los cargos inferiores a los cuentistas, los poetas y los ensayistas”.

Para René Avilés, “el escritor debe tener como requisito indispensable una enorme vocación, talento y amor a la literatura”.

En  los inicios de los años 70, Margo Glantz denominó con el término La onda a la generación de los escritores nacidos en 1940 como José Agustín, Alejandro Aura, Gerardo de la Torre, Gustavo Sainz, Juan Tovar y el propio René Avilés.

La onda, según Glantz, busca presentar una narrativa divertida que critica con absoluta libertad a la sociedad mexicana y que además fusionaba el sarcasmo con una conciencia política; por esa definición, los planteamientos de los representantes de tal estilo narrativo fueron tomados con poca seriedad. En más de una ocasión fueron llamados “malos escritores”.

“Nunca nadie de nosotros hemos aceptado la etiqueta de onda u onderos. Además Margo Glantz utiliza ese término en sentido peyorativo”, afirma Avilés Fabila.

“Hicimos un esfuerzo por vernos a nosotros mismos como generación. Alguna vez nos reunimos y nos preguntábamos por que no nos llamaban la generación del 40, todos nacimos en esa década. Otros han propuesto generación Mester, puesto que ahí nos dimos a conocer por primera vez”.

Por su parte, René Avilés asegura cada uno de sus libros desarrolla un tema en el cual ha reflexionado bastante: “La literatura sigue teniendo un lugar muy importante no sólo dentro de las artes, sino dentro del conocimiento humano”. Con el tiempo, sus textos han pasado por diferentes etapas: primero la inclusión de asuntos político-sociales, posteriormente el manejo de la fantasía y por último la presentación del tema amoroso.

A últimas fechas declaró: “Ahora escribo con mayor frialdad, creo que el término es adecuado. Me refiero concretamente, a la literatura amorosa. Un aspecto que ya no me produce la pasión arrolladora que experimentaba cuando era joven”.

Entre sus obras publicadas están Los juegos, Albert Schwiter o el respeto por la vida, La lluvia no mata las flores, El gran solitario del Palacio, Nueva Utopía, Los Guerrilleros,  La desaparición de Hollywood, Tantadel, El escritor y sus problemas, El pueblo en sombras, Fantasías en Carrusel, Cómo escribir una novela y convertirla en best seller, Lejos del Edén la tierra, Cuentos y descuentos, El diccionario de los homenajes, Los animales prodigiosos, Borges y yo, Memorias de un comunista, Réquiem por un suicida, Material de lo inmediato, Todo el amor.

En 2001 la Editorial Nueva Imagen hace algo que jamás Avilés imaginó: edita el primer tomo de sus obras completas.  Al año siguiente surgió la Fundación René Avilés Fabila, dedicada a la creación, fomento, investigación y difusión de la literatura mexicana y universal.

 

Periodismo y poder

René Avilés, después de la literatura y la docencia, tomó como tercera actividad el periodismo.  “Cuando lo escribía, primero ocasionalmente, luego con mayor frecuencia, hasta convertirse en algo cotidiano, me repetía la multicitada frase de Hemingway: hay que ejercerlo y saberse retirar a tiempo. El problema consiste en saber precisar cuándo es el tiempo”.

Escribió diversos artículos de carácter político en periódicos como Diario de México, Uno más uno, Revista de Revistas, El Nacional, El Universal, La cultura en México y el suplemento Siempre! El escritor también ha incursionado en la Radio. En 1992 inició semanalmente un programa radiofónico dedicado a la cultura y la literatura.

Por catorce años fue titular de la Sección Cultural Dominical El búho del periódico Excélsior. También se ha hecho acreedor a dos Premios Nacionales de Periodismo, uno concedido por el club de Periodistas de México y otro otorgado por el Gobierno de la República; que se aúnan a los premiso obtenidos por su carrera como escritor.

El periodismo y la literatura han sido las constantes en su trabajo. “Son cosas muy cercanas” afirma. Sin embargo, Avilés añade que el papel del comunicador es criticar al Estado. “Nunca he elogiado al poder. Jamás he tenido una sola palabra de elogio al poder”.

“Nunca podría seguir los pasos de Octavio Paz, por que no me gusta el poder, nunca he coqueteado con un Presidente de la República, en todo caso preferiría seguir los pasos de Rubén Bonifaz Nuño. Es muy difícil representar a un gobierno con el que no se está de acuerdo”.

René Avilés Fabila está convencido de que el periodismo debe servir a la sociedad, no al Estado. “Estoy por la distancia entre el creador y el poder. Nada de riña. Pero sí la libertad para hacer conciencia crítica”.