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Para conmemorar el Centenario Luctuoso del General Emiliano Zapata, el Gobierno de la República declaró a 2019 como Año Oficial de Emiliano Zapata, por lo que durante los próximos meses se desplegará un amplio programa de actividades para celebrarlo. 

 

A cien años de su muerte, la figura de Zapata es quizá la que tiene más carga simbólica para los mexicanos de todas las latitudes, y quizá también el personaje revolucionario que más ha sido retomado por los creadores del arte en sus diversas expresiones, desde la plástica, la literatura, el cine, la música, la fotografía y, en años recientes, el arte multimedia.

“Emiliano Zapata es una figura que no se desgasta, porque es el depositario del principio de esperanza, y significa para todos la posibilidad de cambiar”, han señalado los expertos en el tema de Zapata y el arte, como la curadora Sofía Neri, quien asegura que “Zapata es uno de los personajes históricos que se ha convertido en un ícono de los movimientos sociales y de la historia del arte mexicano”.

En ese sentido, se hace urgente que los mexicanos conozcan cómo se ha transformado la figura de Zapata y lo que representa desde las distintas miradas de los artistas, de ayer y de hoy, que abarca distintas estéticas, corrientes, movimientos, géneros y disciplinas, tomando en cuenta que la inspiración que genera en el ámbito creativo.

Hoy Zapata es el héroe mexicano que más artistas plásticos han plasmado en toda la historia del arte. Desde los grabados de José Guadalupe Posada, la fotografía revolucionaria, la gráfica popular, la pintura de caballete, el dibujo, la escultura y el muralismo, pasando por la etapa de la Ruptura, hasta la época contemporánea con las posvanguardias, el arte-objeto, los regalos de recuerdo y el grafiti, que lo han convertido en una de las iconografías más notables en la historia visual.

La fotografía, origen de interpretaciones

La fotografía ha sido en buena medida el origen de ese gran arco de interpretaciones que durante más de cien años han reproducido la figura de Zapata, que parten de las imágenes originales y emblemáticas de la agencia de Víctor Casasola, de Guillermo Kahlo y de Hugo Brehme, así como las publicadas en periódicos y revistas como El AhuizoteEl Hijo del Ahuizote o El Machete.

A este universo se une la enorme producción de pintura, escultura, dibujo, acuarela o los grandes murales realizados por artistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Juan O´Gorman, José Chávez Morado, Raúl Anguiano, Alfredo Zalce, Arnold Belkin, Alberto Gironella, Julio Galán, Germán Venegas, Ignacio Aguirre, Fernando Leal, Arturo García Bustos, Mario Orozco Rivera, Gelsen Gas y Giorgio Viera, entre muchos otros, que han tomado como tema central al Caudillo del Sur.

El territorio nacional, de norte a sur, contiene un sinfín de esculturas, desde bustos hasta monumentales, con la figura del Caudillo del Sur, esculturas que son referencia obligada del lugar donde se encuentran.

Zapata y la literatura

Emiliano Zapata Salazar nació el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, Morelos, y murió asesinado el 10 de abril de 1919 en Chinameca, luego de encabezar una revolución que buscaba una sociedad más igualitaria para los mexicanos, principalmente los campesinos.

Desde 1919, poco después de su asesinato, el líder del Ejército Libertador del Sur comenzó a ser materia de literatura. La congruencia de su pensamiento y su acción, la permanencia de su lucha a través de una década (1909-1919) y la autenticidad de sus demandas de restitución de tierras, reforma, libertad, justicia y ley, llamaron de inmediato la atención de los interesados en la historia del campesinado de dentro y fuera del país.

Autores como Andrés Molina Henríquez, Baltasar Dromundo, Gildardo Magaña, Jesús Sotelo Inclán, Mario Gill, Antonio Díaz Soto y Gama, Marte R. Gómez, Adolfo Gilly, Arturo Warman, Miguel León-Portilla, José Luis Martínez y Armando Bartra, entre otros, han aportado datos para reconstruir e interpretar la personalidad de Emiliano Zapata, su entorno social y político y su tiempo.

A partir de diversas facetas y desde distintas ópticas, otros títulos surgidos en torno a Zapata son: La carabina de Zapata, de Rolo Díez; Zapata y la Revolución Mexicana, del estadounidense John Womack; Emiliano Zapata!, de Samuel Brunk; Zapata, de John Steinbeck; Emiliano Zapata, de Antonio Luis Muñiz, y Emiliano Zapata, de Octavio Paz (biografía aparecida en 1936, que ha pasado casi inadvertida).

Publicaciones como Emiliano Zapata: como lo vieron los zapatistas, de Fernando Robles; A cien años del Plan de Ayala, de Edgar Castro; Otilio Montaño. Traidor o compadre de Zapata, de Luis Huerta Rosas; Después de Zapata, de Tanalís Padilla; Emiliano Zapata, soñador con bigotes, de Guillermo Samperio (para niños); y más recientemente, Zapata, de Pedro Ángel Palou; Zapata en Morelos, de Salvador Rueda Smithers, así como Manifiestos y Decretos de Emiliano Zapata, integran una amplia visión sobre el personaje y este último recoge sus principales ideas, de gran influencia para generaciones posteriores.

Se sabe que el escritor mexicano Carlos Fuentes tenía entre sus planes escribir lo que se llamaría Zapata en Chinameca, proyecto que quedó en el aire con la muerte del escritor.

Tierra y libertad / pero también cine, danza y teatro

De alguna forma, la literatura ha dado pie al tratamiento de Emiliano Zapata en el arte cinematográfico, con pocas películas al respecto, pero convertidas hoy en íconos de la pantalla grande.

Destacan entre éstas ¡Viva Zapata!, de 1952, realizada por el griego-estadounidense Elia Kazan, a partir de la obra del Premio Nobel de Literatura John Steinbeck, con las actuaciones de Marlon Brando y Anthony Queen, que obtuvo algunos reconocimientos; también se ha exhibido con mejor fortuna, la cinta Emiliano Zapata (1970), del mexicano Felipe Cazals, con la interpretación de Antonio Aguilar.

De manera póstuma, en 1981, se publicó el guion cinematográfico de José Revueltas, Tierra y libertad, posiblemente escrito hacia 1960 y centrado en la primera etapa de la lucha zapatista.

Las artes escénicas no han estado exentas del tratamiento sobre la figura del líder campesino morelense. Han sido varias obras dancísticas las que se han producido en homenaje al caudillo.

Destaca en especial la coreografía Zapata, de Guillermo Arriaga, un ícono de la danza mexicana que se estrenó en Bucarest, Rumania, en 1953, durante el IV Festival Mundial de la Juventud, y que fue escenificada en México el mismo año en el Teatro Juárez de Guanajuato y en el Palacio de Bellas Artes, con música de José Pablo Moncayo (Tierra de temporal) y escenografía de Miguel Covarrubias.

Casi diez años antes, en el Teatro Hidalgo de la Ciudad de México se estrenó la puesta en escena Emiliano Zapata, del escritor Mauricio Magdaleno, en la que el autor rompe con la tradición de los héroes de la Revolución y convierte a sus personajes en hombres que luchan, reflexionan y dudan acerca de su quehacer.

Si Zapata ha sido ícono en las luchas sociales, no menos interesante ha resultado para la mercadotecnia que ha producido desde grafitis hasta playeras y toda clase de arte-objeto con la imagen del revolucionario, incluso como estandarte para la música del rock, de La Revolución de Emiliano Zapata, agrupación tapatía que en los años setenta logró éxito internacional con su legendaria canción Nasty Sex.

El mismo corrido de Zapata reza: “Arroyito revoltoso, / ¿Qué te dijo aquel clavel?: / Dice, que no ha muerto el jefe, / que Zapata ha de volver"