• Se puede hablar de la literatura hispanoamericana antes y después de Farabeuf: Adolfo Castañón

  • Participarán Javier García-Galiano, José de la Colina, Anamari Gomís y Paulina Lavista

  • El domingo 16 de agosto a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes; entrada libre

 

Publicada en 1965, Farabeuf o la crónica de un instante de Salvador Elizondo posee una vigencia literaria que será abordada por escritores, amigos y familiares de su autor, quienes además celebrarán la apertura de la muestraFarabeuf: 50 años de un instante en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Hablarán de esta obra Javier García-Galiano, José de la Colina, Anamari Gomís y Paulina Lavista, el domingo 16 de agosto al mediodía en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. La entrada será gratuita.

 

¿De quién es ese cuerpo que hubiéramos amado infinitamente?, se interpela en una de las preguntas que se abren para el lector al interior de Farabeuf o la crónica de un instante. Ese cuerpo es el de un prisionero que fue ejecutado en China a inicios del siglo XX bajo la técnica de tortura Leng T’che, que se traduce como la muerte lenta o de los mil cortes, y que muchas veces se practicaba mientras al condenado se le administraba opio. La imagen de este suplicio fue incluida por Georges Bataille en su obra Les Larmes d'Éros (Las lágrimas de Eros, 1961), ensayo en el que el escritor francés habla sobre la relación entre el orgasmo y la muerte.

  • Se puede hablar de la literatura hispanoamericana antes y después de Farabeuf: Adolfo Castañón

 

  • Participarán Javier García-Galiano, José de la Colina, Anamari Gomís y Paulina Lavista

 

  • El domingo 16 de agosto a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes; entrada libre

Publicada en 1965, Farabeuf o la crónica de un instante de Salvador Elizondo posee una vigencia literaria que será abordada por escritores, amigos y familiares de su autor, quienes además celebrarán la apertura de la muestraFarabeuf: 50 años de un instante en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Hablarán de esta obra Javier García-Galiano, José de la Colina, Anamari Gomís y Paulina Lavista, el domingo 16 de agosto al mediodía en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. La entrada será gratuita.

¿De quién es ese cuerpo que hubiéramos amado infinitamente?, se interpela en una de las preguntas que se abren para el lector al interior de Farabeuf o la crónica de un instante. Ese cuerpo es el de un prisionero que fue ejecutado en China a inicios del siglo XX bajo la técnica de tortura Leng T’che, que se traduce como la muerte lenta o de los mil cortes, y que muchas veces se practicaba mientras al condenado se le administraba opio. La imagen de este suplicio fue incluida por Georges Bataille en su obra Les Larmes d'Éros (Las lágrimas de Eros, 1961), ensayo en el que el escritor francés habla sobre la relación entre el orgasmo y la muerte.

Dicha fotografía fue el detonante de Farabeuf y formó parte de este libro cuando la editorial Joaquín Mortiz lo publicó como parte de su Serie del Volador. Con el tiempo, esta imagen se volvió legendaria. El volumen también mostraba ilustraciones de las amputaciones que realizaba el prominente doctor francés Louis Hubert Farabeuf (1841-1910), además de un ideograma chino, el del número seis.

 

“Yo tuve que ver con el nacimiento de Farabeuf porque la famosa foto del suplicio chino del que parte toda la imaginación del texto la conoció Salvador Elizondo por mí, porque yo había comprado en una librería francesa Las lágrimas de Eros de Georges Bataille”, cuenta el escritor José de la Colina en entrevista con la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

 

Al reunirse un grupo de amigos para ir al cineclub del Instituto Francés de América Latina, Salvador Elizondo se percató del libro que José de la Colina traía consigo “y lo tomó para hojearlo. Entonces se tropezó con la foto del suplicio chino y se quedó fijo, mirándolo. Se ve que para él fue muy importante. Se quedó fijo de una manera en la que parecía haberse abstraído del lugar. A partir de ahí sé que él empezó a trabajar en Farabeuf”, rememora De la Colina.

 

En esta novela, que el mismo año de su lanzamiento ganó el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, Elizondo escribió una historia en la que la fotografía que representa la ejecución de un suplicio chino es el punto de convergencia a donde regresa incesantemente el autor para contar algo diferente cada vez que lo hace, por medio de personajes que oscilan en la trama y que forman parte de una narración con una estructura poco ortodoxa para la época en la que fue escrita.

 

“Se puede hablar de la literatura hispanoamericana antes y después de Farabeuf porque es un texto inclasificable en el cual confluyen distintas artes: la novela, la poesía, el ensayo, la fotografía y el cine”, explica el escritor Adolfo Castañón, quien subraya que Salvador Elizondo estudió cine y filmó la cinta Apocalypse 1900, con atmósferas compartidas con este libro, el cual “se puede afirmar que está editado como si fuera una película”, debido a la gran influencia del séptimo arte en Elizondo y en su experimentación formal con la literatura.

 

Para José de la Colina, Farabeuf es un parteaguas en la historia de la literatura mexicana porque “ya no continúa con la literatura de la Revolución ni de las experiencias de la clase media, sino que introduce nuevos temas mundiales. Me parece que es un libro que ha planteado una nueva libertad de escritura, una nueva libertad dentro de los cánones muy estrictos que se trazaba Salvador para escribir”.

 

La complejidad en este libro se devela desde las características que hicieron de esta una obra original: “la aproximación de la literatura al universo de la ciencia desde un punto de vista estético, así como por la carga erótica y onírica que hay en sus páginas”, destaca Castañón, sin dejar de mencionar también la cultura china que se advierte en toda la historia por medio de la presencia del I Ching, el libro de los cambios. “Se puede comprobar que Farabeuf está hecho de fragmentos”, afirma.

 

Farabeuf representó una ruptura en la literatura mexicana frente a narración lineal y del episodio contado en términos cronológicos, pues “altera la maquinaria de la recomposición de la percepción del presente, del pasado y eventualmente del futuro”, explica Castañón.