· A tres meses de su deceso, amigos y colegas recordaron al escritor y periodista de múltiples facetas

· La gran preocupación a lo largo toda su vida fue ética: Juan Villoro

 

Este martes amigos y colegas se congregaron en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes para recordar a Sergio González Rodríguez, destacado crítico, ensayista, historiador de la literatura y guionista, quien falleció el pasado 3 de abril.

Entre anécdotas y pasajes de su vida, cuatro autores abordaron diversos aspectos de una de las voces que ha ayudado a comprender la situación que se vive en México por medio de su obra periodística y literaria.

Mauricio Montiel, coordinador nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), quien moderó la mesa, indicó que a tres meses de su muerte aún resulta difícil hablar de él en pasado, ya que sigue presente de distintas maneras entre sus amigos y lectores.

Además, compartió con los asistentes el texto Tras la línea, última columna que el periodista escribió y que fuera publicada por la Revista de la Universidad de México.

El periodista Salvador Camarena señaló que además de dominar las facetas de reportero, editor, ensayista, crítico, cronista, historiador, columnista, traductor, novelista y maestro, "Sergio fue el amigo personal de muchos, en un medio donde lo común son las relaciones superficiales o interesadas".

Su muerte, dijo, nos dejó ver los muchos Sergios que fue y sus múltiples facetas, "la disparidad de intereses que movían su curiosidad y la universalidad de las materias que abordaba en sus columnas y libros".

Destacó algunas de las cualidades del escritor, como su "serena valentía, su generosidad sin límites, el tesón y el esfuerzo por aprender siempre, la disciplina personal que imprimía a su vocación".

Asimismo, reconoció que fue uno de los pilares de la faceta cultural del diario Reforma, "un maestro y un faro que era buscado por jóvenes y no tan jóvenes, por muchos reporteros y editores que empezábamos por entonces en el periodismo".

Agregó que en cada columna y en cada texto, él echaba a andar su enorme capacidad de comentar distintos saberes y pasajes, "era un periodista universal, un autor que desde un rincón del diario ponía en juego distintas claves para entender las cosas que nos estaban ocurriendo".

Su periodismo, dijo, era por definición crítico, es decir, "una batalla por cambiar las cosas, por no rendirse". Por ello, "lo justo sería inscribir a Sergio en la línea de cronistas de la talla de Salvador Novo, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis".

Por su parte, el escritor Leonardo Tarifeño habló sobre uno de sus intereses y facetas poco conocidas: la música.

Esta pasión, dijo, le brindó una sensibilidad y un tipo de apertura cultural y de miras.

"Yo creo que los libros de Sergio, sobre todo los ensayos y las crónicas, han tenido esta función de meterse en la piel, de hacer que te sorprendan, de traspasar el muro, el muro mental, el muro de lo que quieren hacer que creamos. El periodismo de Sergio es efectivamente el rock puro".

Agregó que así como la música, sus textos tienen esa capacidad de tocarnos a la distancia y reconoció su herencia, "la lucidez que tuvo en sus libros, la valentía en toda su trayectoria y la generosidad que nos regaló a todos sus amigos".

El crítico e historiador Christopher Domínguez Michael, apuntó que el periodista forma parte de otro orden, "el orden de los escritores morales, de aquellos que están para señalar heridas supurantes e impedirnos la muy humana tentación de voltear a mirar a otro lado".

Destacó su capacidad para sintetizar sobre una plana lo que estaba pasando, "esa capacidad en convertir verdades morales en realidades legibles".

Además, indicó que tuvo el genio del prosista, del escritor singular y el hombre solitario, pero también "fue un hombre de equipo, un hombre que pensaba en términos colectivos porque era un escritor al que le dolía México".

"Fue un hombre que combina muchas cosas distintas, fue un hombre muy querido y respetado, con mucha noche, un hombre de trabajo, un hombre de redacción, un hombre muy cercano a lo que eran los viejos periodistas".

Finalmente, el escritor Juan Villoro apuntó que su vida siempre estuvo ligada a las redacciones, "él se formó en los suplementos culturales, para mi generación esa fue la auténtica escuela, ambos trabajamos con Fernando Benítez y con el poeta Jaime García Terrés, aprendimos mucho de ellos”.

Su paso por las redacciones, dijo, no le impidió escribir libros fundamentales sino que además lo estimuló.

"La gran preocupación a lo largo toda su vida fue ética, fue encontrar una forma de cultura, una propuesta de convivencia, una zona de la crítica que permitiera justamente la discusión de valores morales".

Los muchos saberes que dominaba, abundó, lo llevaron a convertirse en un gran conectador de sabidurías dispersas y lograr con esto mosaicos absolutamente insólitos de la realidad, por su gran capacidad de conectar formas distintas del pensamiento como el psicoanálisis, la teología, la literatura o la poesía.

Sergio González Rodríguez nació el 26 de enero de 1950 y estudió la Licenciatura en Letras Modernas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Fue investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, guionista de la serie histórica de televisión México, Siglo XX y consejero editorial y articulista de Reforma y de su extinto suplemento cultural El Ángel. Con Roberto Diego Ortega dirigió El Nacional Dominical. Tuvo a su cargo la edición de Viajes y ensayos de Salvador Novo y participó en una veintena de libros colectivos. Fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Entre los premios que obtuvo sobresalen el Anagrama de Ensayo 1992 (finalista ex-aequo) de España por El Centauro en el paisaje y el de Periodismo Cultural Fernando Benítez 1995 por Mujer de table-dance.