• Conversará con Mónica Lavín y Alberto Ruy Sánchez sobre El cazador de tatuajes, Terciopelo violento y La hora ciega
  • El martes 30 de mayo a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes
  • Vidas menores revela la angustia y la experiencia de vivir entre dos siglos y dos culturas, refirió su autor

En la trilogía erótica Vidas menores, Juvenal Acosta dibuja con un lenguaje poético y filosófico un universo de simulacros y artificios sexuales que dejan marcas en cada uno de los personajes. Sobre las tres novelas que componen esta saga protagonizada por Julián Cáceres, el autor conversará con Mónica Lavín y Alberto Ruy Sánchez el martes 30 de mayo a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Hace 20 años Juvenal Acosta escribió la versión prístina de El cazador de tatuajes y la publicó en la Ciudad de México en una editorial que desapareció y se la llevó consigo hacia el olvido. Al menos así lo pensó el escritor que radica en San Francisco, California, Estados Unidos. En 2003 la editorial Joaquín Mortiz reeditó su primera novela y publicó Terciopelo violento. Este año Tusquets la reeditó y publicó por primera vez La hora ciega, tercera y última parte de la trilogía negra del novelista mexicano.

Vidas menores revela la angustia y la experiencia de vivir entre dos siglos y dos culturas. Es una novela en tres partes sobre inmigrantes en un siglo de inmigrantes; de mexicanos en Estados Unidos que se ocupa de la confusión del varón ante la nueva mujer del siglo XXI. Explora la relación de poder entre los sexos, la impotencia masculina y el miedo metafísico ante la incertidumbre de ese equilibrio precario entre hombre y mujer. Nadie ha escrito sobre esto de esta manera. En medio de toda esa oscuridad uno encuentra la luz de la poesía”, dijo en entrevista Juvenal Acosta.

Agregó que la idea de la trilogía surgió cuando terminó de escribir El cazador de tatuajes. En aquel entonces sintió la necesidad de concluir la historia de la Condesa y Julián Cáceres: “Pensé que el nombre más apropiado para el proyecto era Vidas menores porque expresa de manera directa mi convicción de que nuestras vidas en este planeta son pequeñas, irrelevantes para la humanidad por mucho que uno se dé importancia y se engañe pensando lo grandioso de nuestros proyectos y hazañas individuales”.

Acosta explicó que quiso que El cazador de tatuajes fuera una metáfora de la lectura, así como Terciopelo violentode la escritura. Todo comienza en Nueva York cuando el seductor Julián Cáceres conoce a Marianne, la mujer aire. Tiempo después se enamora de Sabine, la mujer tierra, y por ella viaja a Buenos Aires. En la Ciudad de México se refugia en Constancia, la mujer agua, y en San Francisco encuentra su perdición en la anónima Condesa, la mujer fuego que enciende en él la obsesión que resulta de la pasión.

Si para el autor un tatuaje es una cicatriz que nace del deseo, Julián Cáceres es un seductor al acecho de los signos de la pasión; un cazador de historias de la piel, de encuentros y desencuentros que dejan profundas marcas. A decir del autor, el arquetipo del seductor literario es muy antiguo, y comentó que, desde Zeus hasta Milan Kundera, la imaginación erótica y el deseo de encontrarle significado a nuestras vidas a través del artificio permite satisfacer los deseos más elevados o más bajos.

“Los seductores de ambos sexos han recurrido al engaño o a la simulación como una estrategia de conquista. Este uso del artificio sugiere que nuestra manera de ser cotidiana no es suficiente para invitar el deseo de aquel a quien codiciamos sexualmente. Tenemos que disfrazarnos, crear un performance, actuar, mentir, fingir, decorar, elaborar una ficción que nos represente de una manera más fiel y más cercana a aquello que nos imaginamos que podríamos ser. Seducimos al vender una imagen ideal de quienes aspiramos a ser y el seducido responde porque la ficción con frecuencia es más interesante que la realidad”.

De la mano de un soundtrack que incluye música de Richard Wagner, The Doors, el jazz de Benny Carter, la voz poética de Tom Waits, las crudas letras de amor y pasión de Shirley Manson (de Garbage), el dark wave británico de Bauhaus, Miranda Sex Garden o The Cure, Acosta traza un mapa que utiliza el protagonista para recorrer los cuatro puntos cardinales de la ciudad prohibida: la mujer, cuyo centro es la fuente de placer y condena.

En la segunda novela de la saga, son las amantes quienes se encuentran, se confrontan y se confortan en una búsqueda de aquel amor que desapareció supuestamente tras conocer a la enigmática mujer fatal de fuego, cuya historia e identidad sale a la luz. El tercer volumen, La hora ciega, se despliega de la cartografía del placer y el deseo de los anteriores, y el novelista suma nuevos personajes.

A través de la voz de cada personaje, Acosta reflexiona en torno a la obra de Søren Kierkegaard, Emil Cioran, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes y Constantino Cavafis, entre otros escritores. Al respecto señaló: “leer a un autor invita a la lectura de otros novelistas, poetas y ensayistas, pero también a la experiencia musical, o al viaje, o a la experiencia de la pintura y el arte. Un libro es, en efecto, una caja llena de misterios. Depende de cada lector, de su curiosidad y de su deseo de explorar que cada pista, sugerencia y revelación sea ejecutada”.

En 1984 Juvenal Acosta (Ciudad de México, 1961) ganó en Michoacán el Concurso Estatal de Poesía por Diciendo unas palabras negras. Tras el terremoto de 1985 viajó a San Francisco. Es profesor de literatura en el California College of the Arts, en Oakland. Con el trabajo Cuerpos violentos: sexo, amor y muerte en tres poetas mexicanos: Ramón López Velarde, Xavier Villaurrutia y Octavio Paz obtuvo el doctorado en letras por la Universidad de California. En 2016 publicó su novela Tenebroso, en la que, al igual que en su trilogía Vidas menores, deja ver su gusto por autores como Ramón López Velarde y Juan García Ponce.

“La mayoría de los libros que uno escribe tiene una dimensión autobiográfica. En la medida en la que uno cuenta su visión personal de su vida o de los personajes filtrada por la experiencia de quien cuenta la historia es muy difícil no recurrir a lo que uno sabe de la realidad por experiencia propia.

“Yo he contado cosas muy personales en mis cuatro novelas. En Tenebroso hice un ajuste de cuentas con algunas frustraciones directamente relacionadas con mis días chilangos. En mi trilogía negra le presté mi experiencia de vida a algunos de mis personajes para poder contar su historia con mayor eficacia y autenticidad. Escribir es mentir de una manera verosímil”, concluyó.